«Este sector creció cuatro veces en menos de dos años y fue claramente, por el efecto subsidio que en los últimos meses representó entre el 50 y el 60% de los precios de compra de terneros o el 25% del precio de venta. La pésima noticia es que han sacado del negocio a los invernadores tradicionales por falta de equidad en las reglas de juego y han concentrado el negocio del engorde en muy pocas manos. Un dato, 20 empresas (2% del total de las que acceden a las compensaciones) recibe cerca del 30% del total de los subsidios», dijo a LA NACION el consultor Víctor Tonelli.
En cambio, para el presidente de la Cámara de Engordadores de Ganado a Corral, Juan Carlos Eiras, «el crecimiento ha sido geométrico por el desplazamiento de la agricultura, que transformó hectáreas ganaderas de invernada en hectáreas agrícolas de alto rendimiento; los fenómenos climáticos que nos llevaron de inundaciones a sequías; y, en los últimos tres años, porque el consumo interno estuvo en niveles de entre 70 y 80 kilos per cápita». Para Eiras, las compensaciones no fueron el eje del crecimiento, aunque reconoce que sin los subsidios, las empresas perderían 200 pesos por cada animal pesado.
Para Osvaldo Bertossi, de la maestría en Agronegocios de la Universidad Austral, «los subsidios -que actualmente rondan los $ 2 pesos diarios por animal encerrado- sostienen la rentabilidad de un negocio que de lo contrario debería revisar a fondo sus números para este nivel de costo de terneros y este nivel de precios de venta de la hacienda terminada».
De hecho, las restricciones financieras del Estado nacional derivadas de la crisis económica está impactando en el sistema. «Pocos feedlots han cobrado íntegramente los subsidios y existe una voluminosa deuda contraída por parte del Estado, estimada por diversos analistas entre $ 800 millones y $850 millones», según explicó Juan José Grigera Naón, vicedecano de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Fuente: La Nación, Suplemento Campo, 26 de septiembre.
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