La recomposición de los precios de la hacienda desde noviembre pasado trajo un renovado aire fresco para la actividad ganadera, tras cuatro años de precios «planchados» por la intervención oficial. Más que por el impulso de políticas públicas, el repunte llegó después de la fuerte caída del stock, que bajó sólo entre fines de 2008 y 2009 cinco millones de cabezas por el desincentivo a los productores, al que se sumó la sequía.
En la 124a Edición de la Exposición Rural de Palermo, los cabañeros, que con las juras que se harán esta semana competirán por quedarse con alguna de las cucardas de Gran Campeón, señalaban ayer que los mejores valores significan un alivio para la ganadería y permiten realizar inversiones. No obstante, temen que cualquier nueva intervención del Gobierno comprometa la recuperación.
«En el negocio ganadero, los precios son buenos, y yo creo que es el momento para invertir», expresó Alberto Guil, vicepresidente primero de la Asociación Argentina de Angus y propietario de la cabaña Las Blancas, en Azul. Guil, que en diez años ganó siete medallas de grandes campeones, entre machos y hembras, contó que prevé aumentar 20% su rodeo en los próximos 24 meses.
En rigor, por el lado de los precios, el escenario es favorable. Los remates de reproductores con buena genética que comenzaron a realizarse en el último mes muestran precios con subas por encima del 70% respecto del año pasado. Según el cabañero, un toro puro controlado -un animal con registros en la asociación de la raza- cuesta en remates de cabaña entre 8000 y 10.000 pesos, mientras que un reproductor de pedigree -con registros en la Sociedad Rural Argentina (SRA)- tiene valores que pueden ir de 15.000 a 20.000 pesos, en promedio.
Por un lado, los precios muestran una fortaleza, pero también significa que si alguien quiere volver a entrar en la actividad, necesita una mayor inversión. Hasta antes de la suba de los precios, adquirir unas 300 vacas generales, comunes, podía demandar unos 60.000 dólares. Ahora, en cambio, se requieren al menos unos 200.000 dólares. Esto, en una actividad donde desde que se ingresa en el negocio hay que aguardar entre cuatro y cinco años para ver los resultados, ya que después de comprar la vaca, hay que preñarla, esperar que tenga la recría y recién después pensar en un engorde.
Para Ricardo Firpo, de la cabaña La Pluma de Firpo, de Maggiolo (Santa Fe), la recuperación de los precios significa «un alivio». «Creo que los valores actuales van a seguir por un año más y después se van a estabilizar en el nivel del Mercosur. Hoy acá estamos en 1,75 dólares el kilo de novillo, contra 1,60 y 1,40 dólares el kilo de Brasil y Paraguay», señaló Firpo.
Pese a la crisis de la actividad, la cabaña de Firpo aumentó de 60/70 a 100 los toros ofrecidos en venta por año. Además, el plan de la firma es mantener el stock, pero busca mejorar la eficiencia con inversiones en pasturas y técnicas de reproducción. «Hoy podés fertilizar, sembrar verdeos de invierno, hacer reservas y mejorar los bajos. Estos precios te permiten hacer esas cosas; vamos a buscar aumentar la eficiencia», dijo.
La contracara del actual momento del sector es que muchos productores que liquidaron o redujeron sus stocks ante la falta de una política oficial de apoyo no van a poder aprovechar el cambio de escenario.
En contra
Sin embargo, a los ganaderos todavía los persigue el fantasma de la intervención oficial. Se muestran preocupados ante una eventual nueva injerencia del Gobierno. «Hay incertidumbre; la gente tiene miedo de que se cierren más las exportaciones; no hay reglas claras», apuntó Guil.
Para Alberto Lasmartres, de la cabaña Los Cardos, de la firma El Cuyum Andino, hoy es difícil convencer a quien dejó la actividad a que retorne por la mejora del precio. «La gente dice: quién te asegura que mañana no va a aparecer Moreno con un precio máximo», se interrogó.
«A nivel país, soy un poco pesimista en el corto plazo [sobre el futuro del negocio], pero, sí, en el largo plazo si hay un cambio de Gobierno. Si gana Kirchner [por las elecciones del próximo año], el tema de la ganadería va a ser desastroso y yo mismo no podría crecer», afirmó el productor, que insistió: «Soy optimista a largo plazo [sobre el futuro de la actividad], pero si hay un cambio de gobierno».
Por las intervenciones oficiales, que además de provocar un desaliento entre los productores ocasionaron un quiebre en la confianza de los compradores del exterior, Lasmartres perdió un negocio de ocho años de provisión de carne a restaurantes de Madrid, España.
«Perdí ese mercado, que era un trabajo de ocho años, y le mandé una carta a la Oncca [Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario] diciéndole que no quería cuota Hilton porque no la iba a poder cubrir», expresó el cabañero.
Fuente: La Nación, Suplemento Campo, 24 de julio.
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