Después de la crisis de 2001, pasamos de 6000 millones de litros a los actuales 10.000 millones. Pero después de la crisis de 1990, pasamos de 6000 millones de litros a 10.000 millones. Esto lo menciono para transparentar el uso de las cifras y convengamos que por más que tomemos a gusto un período de crecimiento, la lechería argentina no crece. Si se tecnifica, se concentra, pero no crece. Esto no les hace bien ni a la lechería ni al país. En algún momento hay que implementar un plan. ¿Hay planes? Los hay y muy buenos. Tal es el ejemplo del Plan Estratégico de Lechería, en el que todos los sectores están representados.
Durante la convertibilidad, un grupo de productores, trabajando conmigo, me pidió que considerara la evolución de los gastos e ingresos de la totalidad de las empresas (9), para analizar su evolución, ya que habían invertido mucho (más del 50% de la facturación era leche) y notaban que la facturación había mejorado notablemente, pero no así el resultado.
Considerando que estábamos en convertibilidad, es lo mismo decir que eran pesos o dólares. Al menos como medida de valor aunque no en el efecto económico del plan sobre los tambos. ¿Qué fue lo primero que vimos? Que se triplicó el ingreso. ¿Qué fue lo segundo que vimos? Que se triplicó el gasto. ¿Qué fue lo tercero que vimos? Que a pesar de haber triplicado el ingreso, aumentado las inversiones y la tecnología, el resultado del grupo no se había movido. En términos relativos, cayó y mucho.
Calcular bien los números.
Cuando empezamos a ver campo por campo, la cosa fue distinta y a algunos les había ido bien y a otros no tanto. Aunque a aquellos a los que les había ido bien, no les había ido bien todo el período. De cualquier forma, esta minipoblación es de las que calculan bien sus números. Esto me sugiere cierta predisposición a mejorarlos. Como comenté antes, en este período, la Argentina pasó de 6000 millones de litros a más de 9000 millones. Podría pensarse que al salir de la convertibilidad esto no volvería a ocurrir.
Estudiando otro grupo de productores, también, de los que tienen números, quise ver si no estaba pasando algo parecido mientras estuvimos 5 años con el dólar a 3 pesos y sólo lo pude hacer con 4 años.
En esos 4 ejercicios, se duplicó el ingreso por venta de leche de esos 10 campos. Quisimos ver qué había pasado con los gastos directos y vimos que se multiplicaron por 2,5. Es decir, más del doble.
Si bien no estamos con ley de convertibilidad, durante todo ese tiempo el dólar pasó de 3 pesos a poco más (3,8) y completaba un período de casi 8 años al mismo valor. Pero no sólo los gastos directos se apropiaron del ingreso de los productores, también lo hicieron los gastos de estructura y administración y los impuestos. Lamentamos entonces que el destino nos jugara otra mala pasada.
En efecto. Los gastos totales pasaron del 80 al 96% de los ingresos. El capital sin tierra, es decir, lo que se invierte en instalaciones y equipos aumentó un 50%. Los gastos de estructura se quintuplicaron, pero como muchos campos alquilan parte de la superficie de sus tambos, pensamos que el alquiler (que arrastrado por el precio de la soja, hizo aumentar el valor de los alquileres) estaba influyendo mucho en esto. Sin embargo, cuando les restamos lo pagado en alquileres, los gastos de estructura pasaron de 86 a 326 $/ ha, es decir, casi 4 veces más.
Antiguamente, no era difícil tentar con el precio a productores medianos a grandes, para que pongan un tambo, lo agranden los que ya lo tienen o lo intensifiquen los más pastoriles. La realidad ahora es bien distinta. Los tambos nuevos son muy grandes y se necesita más capital y un proyecto viable y sustentable.
Estos empresarios, además, prestarán atención a la incidencia del tipo de cambio en los valores relativos de su negocio para tomar esta decisión. El país seguirá perdiendo diversidad y promoverá la concentración. Las empresas lácteas probablemente sólo se contenten con tener su capacidad instalada a pleno a la espera de la liberación del precio de algún producto que no sea de consumo masivo. La adopción de un plan estratégico de lechería podrá mitigar estos efectos.
Carlos Gonzalez Crende
Para LA NACION
El autor es ingeniero agrónomo, docente y asesor del CREA Luján.
Fuente: La Nación, Suplemento Campo, 30 de abril.
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