Por Carlos Marín Moreno.
Las pasturas cultivadas comienzan a verdear en gran parte de la región pampeana, a partir de la buena humedad almacenada en el perfil y de temperaturas más favorables para el crecimiento vegetal. De cara a un buen rebrote primaveral, se observan dos comportamientos entre los invernadores sobrevivientes y los productores mixtos.
Por un lado, se ve una gran proporción de productores que quedó corto con el número de cabezas luego de la liquidación por sequía y bajos precios. Estos empresarios venden gordo y compran muchas cabezas livianas, de 160/170 kilos, aun pagando 13 o 14 pesos por kilo, en vez de los 11/12 pesos que se piden por un animal más recriado, de 200/220 kilos. Estos engordadores procuran comprar cabezas para volver a la dotación histórica del campo.
Quien no sufrió tanto la liquidación ganadera y está mejor en carga animal repone lo necesario y el excedente lo invierte en aguadas, alambrados y molinos, al considerar que la actual relación carne/insumos no se repetirá en muchos años.
Más allá de estos comportamientos, durante el invierno se vio mucha hacienda encerrada en corrales, para evitar las caídas estacionales de peso por menor oferta forrajera. «Este año armamos un corral para la recría aprovechando grano de maíz producido en el campo, mezclado con silo de maíz, rollo y pellet de girasol. Con esa ración conseguimos una ganancia de 750 gramos por día en julio y agosto, lo que nos permitirá aprovechar el rebrote primaveral con alta carga», afirma un productor del oeste de Buenos Aires.
«En 15 días volveremos a las pasturas pero vigilando mucho el empaste, porque hoy un novillito vale mucho dinero como para malograrlo por un descuido durante el aprovechamiento de la alfalfa», agrega.
Mientras tanto, muchos ganaderos están preocupados por la comercialización de su producción, al considerar la crítica situación de algunas industrias frigoríficas. «Hay momentos en los que uno quiere cargar una jaula para un frigorífico conocido, con el que trabajó muchos años, y a veces nos piden esperar un poco, porque faenan sólo tres días por semana y eso obliga a dar turno. El año pasado, en cambio, nos llamaban todas las semanas para ver cuándo les podíamos cargar hacienda», distingue un ganadero entrerriano.
Esta nueva situación que está apareciendo en el circuito comercial puede complicar la operatoria de los ganaderos que trabajan con corrales y alimentación concentrada. «Esperar 15 días con un novillo terminado significa que puede cargar grasa y ser castigado durante la faena, además de aumentar los costos de producción, al tener que dar muchos kilos de una ración compuesta principalmente por maíz, un producto que cuesta 175 dólares por tonelada», se quejó el titular de un feedlot del sudeste bonaerense.
Fuente: La Nación, Suplemento Campo, 3 de septiembre.
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