Por Cristian Mira.
La falta de lluvias que afecta a gran parte de la zona productiva del país pone en riesgo las perspectivas de una campaña agrícola favorable. Los especialistas en clima coinciden en pronosticar un fenómeno Niña moderado, más leve aún que el del año pasado y muchísimo menos cruento que el del ciclo 2008/09.
El otro riesgo proviene de la extrema volatilidad del mercado de granos. En un mes, la soja se comportó como en una montaña rusa: estuvo en US$ 530 a principios de mes y llegó a US$ 450 hace unos días, es decir bajó 80 dólares la tonelada (posición noviembre). ¿Cuál será el piso de la caída? «El piso lo marca Europa», responde el analista Ricardo Baccarin. «Este mercado está a merced de los acontecimientos financieros, y los fondos liquidan a mansalva», explica.
La decisión de Alemania de aportar los fondos necesarios para rescatar a Grecia parece una buena noticia para aliviar la caída de los mercados bursátiles y frenar una recesión generalizada de la economía. Hasta ahora parecía que los granos, como otras commodities, quedaban a salvo de la debacle generalizada de las cotizaciones. Sin embargo, la caída que experimentó en los últimos días Chicago mostró la elevada incidencia que tienen en el mercado de granos los fondos índices y de especulación. Es cierto que también están influyendo otros factores específicos de la demanda y oferta de granos como la evolución de la cosecha norteamericana de soja.
Esos vaivenes serán moneda corriente en las próximas semanas. Lo que no desaparece es la tendencia de mediano plazo respecto del crecimiento económico de los países emergentes. Se está consolidando una clase media mundial que mejora en su consumo de proteínas. El interrogante es el papel que jugará la Argentina en ese escenario. Desde el punto de vista productivo es muy claro que las posibilidades son inmejorables. Lo volvió a explicar esta semana Juan Llach en el seminario Agrotendencias 2011. «La oportunidad que tiene la Argentina hoy es mayor que la tuvo a principios del siglo XX. En valor, en variedad de productos y en la distribución del territorio», señaló.
Si ahora está tan de moda repetir la idea de que hay que agregar valor a los productos primarios habría que preguntarse cómo se incentiva el mayor desarrollo de los granos, las carnes, las frutas, el pescado y la forestación. Uno de los aspectos fundamentales es el acceso a esos mercados. Así como históricamente la Argentina se quejó del proteccionismo de Estados Unidos, Europa y Japón, las barreras arancelarias que fijan China e India no son menores. En todo caso, las grandes naciones asiáticas tienen como política importar materia prima y elaborarlas en su territorio para generar mano de obra local. Si hasta ahora eso no fue una traba para las ventas es por la enorme magnitud de ambos mercados. Sin embargo, esas aperturas se resuelven en términos políticos, no sólo con discursos de buena intención.
El complejo agroindustrial argentino, salvo excepciones, está muy lejos de mostrarse como un bloque con capacidad de influir sobre la política externa del Gobierno. En rigor, esta administración no se preocupa por ejercer presión en favor de la agroindustria cuando otros países defienden sus intereses. Esta semana se pudo comprobar con el desacuerdo entre argentinos y brasileños respecto de la ampliación del cupo de exportaciones de leche en polvo al país vecino. Si el problema lo tuviera la industria automotriz quizás la actitud de los funcionarios fuera otra. Esto no debería causar sorpresa con un Gobierno temeroso del comercio internacional. Si es verdad que quiere agregar valor a las materias primas y convertir al país en la «góndola del mundo» en vez del «granero del mundo» no debería desconocer esta perspectiva.
La digitación del comercio no es beneficiosa para incentivar el crecimiento de la producción. Esta semana, volvieron a reeditarse las listas de compradores de trigo con 127.000 toneladas remanentes de la campaña anterior de un cupo de 500.000 toneladas. La mayor parte fueron cooperativas, cuyos nombres fueron solicitados por los propios intendentes locales, en su mayoría kirchneristas. Más allá de que se trató de pequeños montos, lo cierto es que si el escenario de los próximos cuatro años es el de la discrecionalidad en el comercio, como sucede con las ventas de trigo y de maíz, el horizonte para el mediano plazo será de mínimo crecimiento.
La diferencia entre mercado interno y externo para los alimentos ya está diluida. Con un índice de inflación real que supera el 25 por ciento, ya no hay razón para esgrimir como argumento que los derechos de exportación son necesarios para que lo que comen los argentinos no se pague a precios internacionales. La carne vacuna está más cara en el país que en el exterior. El 90 por ciento se destina al mercado interno. Como señaló el analista del mercado Ignacio Iriarte en Agrotendencias 2011, «la Argentina, tras infligirse demasiados daños, se quedó afuera del mercado internacional».
Aunque la vía exportadora por ahora está limitada, el país no debería descuidar lo que sucede con el brote de fiebre aftosa que se registró en el Paraguay. Se lo planteó esta semana el presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA), Hugo Luis Biolcati, al subsecretario de Ganadería, Alejandro Lotti. El encuentro, según fuentes de la entidad, fue satisfactorio. Además de significar el regreso del presidente de la SRA a los despachos oficiales sirvió para repasar el estado de la campaña de vacunación contra la fiebre aftosa que se adelantó en la mayoría de las provincias. Ahora se espera el resultado de los análisis de la cepa encontrada en los animales afectados. Nadie quiere sorpresas desagradables.
Fuente: La Nación, Suplemento Campo, 1 de octubre.
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