¿Qué elementos debe tener en cuenta hoy el productor agropecuario para que su empresa sea competitiva? Profesionalismo, excelencia, eficacia, eficiencia, capacitación, estrategias a largo plazo y liderazgo parecen ser los conceptos más usados para definir dicha capacidad.
Esa visión positiva de la empresa agropecuaria fue la que mostraron los expositores del módulo «Gerenciar con competitividad» durante el Congreso Mundo Soja Maíz 2011, que se desarrolló esta semana en la Sala de Convenciones de la Universidad Católica Argentina (UCA), en esta capital.
Abrió el panel el consultor privado Teo Zorraquín y luego contaron sus experiencias los productores agropecuarios Alejandro Romat y Marcos Rodrigué (intendente de Inriville, Córdoba -ver recuadro-) y el empresario Alejandro Larosa, fundador del sitio especializado en negocios rurales fyo.com.
Según Zorraquín «la competitividad significa poder mejorar y sostener ventajas comparativas durante el tiempo, que así se transforman en ventajas competitivas» y agregó que de esta forma se puede asociar el concepto de competitividad con el de excelencia, eficacia y eficiencia.
Según Zorraquín, una empresa es competitiva cuando tiene objetivos claros y compartidos (por dueños y empleados); roles y niveles de organización bien definidos (cada uno sabe lo que hace); gente que trabaja a gusto (se palpa en los pasillos); una escala suficiente que es lo que le permite generar más profesionalismo; buena y rápida generación de información; agilidad en la toma de decisiones; una alta eficiencia operativa (lo que decide lo hace y bien); está bien relacionada con su comunidad y como consecuencia gana dinero. «Ganar dinero es una consecuencia de ser competitivo», aseveró.
En este contexto, el disertante se refirió al liderazgo. «En una empresa siempre hay alguien que lidera. El líder es alguien que sabe diferenciar cuándo hace falta aplicar habilidad y cuándo hace falta aplicar inteligencia. Y cuál es la diferencia. Por ejemplo habilidad es poder caminar en una cuerda floja entre dos rascacielos; inteligencia es no tratar de hacerlo todo el tiempo», dijo el consultor.
Por su parte, Alejandro Romat, productor agropecuario de Azul, interpreta la competitividad como «esa capacidad que tiene alguna persona, grupo de personas, instituciones o países de generar ventajas comparativas en forma sistemática, recurrente, permanente respecto de sus pares».
Romat ilustró que produce alimentos «porque en el mundo hay 6500 millones de habitantes que deben ser alimentados».
Como productor, apunta al trabajo digno, que la gente que trabaja en su empresa pueda formar familias y educar a sus hijos. «Que mi empresa sea el ámbito de desarrollo de todos nosotros. Si puedo lograr eso, habré contribuido con mi comunidad…», señaló.
Plan estratégico
Una de las claves de Romat es que cada dos o tres años piensa un plan estratégico a diez años. «Si hay desvíos intento corregirlos y si amerita desviarse, planificar ese desvío», apuntó. El otro aspecto importante es que la empresa funciona en unidades de negocio. «Todas se interrelacionan y lo importante es que cada unidad genere renta y distribuya riesgos», agregó.
En tanto, Marcos Rodrigué, del grupo La Redención Sofro, Inriville, Córdoba, señaló que los pilares sobre los que su empresa busca la competitividad se sostienen en ser parte de una red; la vocación por formar alianzas; el esquema organizativo, la buena generación de información para decidir; la escala y el acceso al financiamiento.
«A mi me pegó muchísimo el congreso CREA 2001, que se llamaba «comprender, organizarse y actuar», Entendí que lo que había que hacer era comprender el escenario, cualquiera fuese, organizarse para enfrentarlo y después actuar. A partir de allí empezamos a trabajar sólidamente en la formación y organización de la empresa», señaló el disertante.
«Recursos humanos, producción, administración, finanzas, nuevos negocios, alianzas, son áreas que tenemos en la empresa», acotó.
«¿Qué es ser empresario. Es aquel que genera riqueza y empleo digno, compartiendo las buenas y las malas con su personal, teniendo una mirada global, pensando en el país y tomando decisiones basadas en principios y valores», concluyó Rodrigué.
Por su parte, Alejandro Larosa reseñó el proceso de crecimiento de su empresa y su adaptación a los cambios. A fines de 1998, y en los albores de las redes informáticas, se propuso crear un sitio que manejara mercados de valores para el sector agropecuario. En diciembre de 2000, la burbuja informática explotó, los financistas que los apoyaban comenzaron a retirarse, lo que generó que tras la crisis de 2001 pensaran seriamente con cerrar la empresa.
En esa situación, decidieron cambiar el eje de negocio y, sin conocimientos del mundo agropecuario, empezaron a ser ellos mismos los que vendían los insumos. Tiempo después realizaron la inscripción para hacer corretaje de granos, y en septiembre de 2003 comenzaron con 50.000 toneladas. Y así iniciaron la gestión de mercados futuros, luego ingresaron en el Mercado a Término de Buenos Aires, y más tarde en el de Chicago.
Fuente: La Nación, Suplemento Campo, 11 de junio.
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