La lechería argentina experimentó un cambio importante en los últimos meses. Las empresas tamberas pasaron de una situación crítica, en la que los ingresos mensuales no alcanzaban para pagar los gastos corrientes y los niveles de endeudamiento crecían, a un combo que ofrece condiciones más favorables para la actividad.
Aumentaron los precios internacionales e internos y se mantuvo el valor de los cereales y de los subproductos industriales que se usan como suplementos.
Además, la campaña de reservas de cultivos de verano, principalmente silaje de maíz y sorgo, arrojó buenos rendimientos.
A esto se suma que el inicio húmedo del otoño permitió que la implantación de los verdeos de invierno y pasturas se realizara con éxito.
Frente a esta realidad, los productores empiezan a pensar cómo invertir saldos que comienzan a generarse en las empresas.
El coordinador Técnico de Lechería del Movimiento CREA, Javier Zubizarreta, estimó que lo que más se resintió durante el período de bajos precios fue el mantenimiento de la estructura, maquinaria e instalaciones.
La reposición de praderas, vehículos e instalaciones, el mantenimiento de las calles, el reacomodamiento de los salarios y toda la infraestructura indispensable para trabajar adecuadamente deberían ser prioritarios en el uso de los recursos financieros que ahora aparecen, recomienda.
También hay que considerar que mientras el comportamiento de los actores formadores de precio no evolucione hacia un trabajo anticíclico más orgánico, los precios de la leche seguirán siendo cíclicos, lo que genera la necesidad de disponer de una reserva de capital líquido, de fácil disponibilidad, para darle estabilidad a las empresas cuando las condiciones no sean favorables, agregó.
Además, es importante tener en cuenta que la venta de vaquillonas preñadas, que hoy constituye una alternativa interesante para generar recursos en la empresa, puede sufrir una caída de precio cuando disminuye el valor de la leche.
El cambio de sistema que se produjo en los últimos años generó la necesidad de adaptar las estructuras a esas nuevas realidades.
Es muy importante que esa adecuación se produzca en forma balanceada. Por ejemplo, no tendría sentido invertir demasiado en fertilizar pasturas si no se tienen claros los conceptos necesarios y el personal adecuado para hacer un buen aprovechamiento del pasto. Del mismo modo, no convendría ensilar con quebrador de grano si luego no se tapa el silo, y al extraerlo se deja un enorme frente expuesto al aire, que genera pérdidas enormes.
Estas épocas de bonanza deben también ser aprovechadas para capacitar y remunerar adecuadamente al equipo de trabajo.
En conclusión, las empresas lecheras deberían utilizar los saldos positivos de la actividad de un modo racional y conservar siempre alguna reserva financiera o recursos de rápida disponibilidad, para disponer de una adecuada estabilidad ante adversidades climáticas o de mercado.
Fuente: Clarín, Suplemento Rural, 29 de mayo.
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