Cuatro premios de economía disintieron sobre la situación actual; apoyo de Stiglitz y fuertes críticas de Phelps
Por Martín Kanenguiser.
LINDAU, Alemania.- El fuerte crecimiento de la Argentina registrado tras la crisis de 2001-2002 fue subrayado ayer como un ejemplo bueno, malo o regular, según la óptica de cuatro premios Nobel de Economía diferentes, a ser considerado por los países europeos más golpeados por la crisis financiera actual.
El más férreo defensor de la recuperación argentina -y el más aplaudido entre los 370 jóvenes economistas presentes en este congreso de premios Nobel organizado por la Fundación Lindau- fue el norteamericano Joseph Stiglitz. Recibido casi como una estrella de rock en esta clase de seminarios, apeló a bromas en su exposición como sus colegas, pero generó aplausos que otros no lograron.
En el panel sobre «sustentabilidad de la economía internacional», que compartió con sus colegas Daniel Mc Fadden, Roger Myersson y dos jóvenes analistas, advirtió sobre los costos que traerá aparejado cualquier camino que adopten Grecia y los otros gobiernos más complicados de esta región para resolver su deuda impagable.
Antes de sugerir que el euro se mantenga como la moneda comunitaria, mencionó el caso de la crisis argentina de 1998-2001 y su recuperación como un antecedente para tomar en cuenta en estas latitudes.
En el auditorio con aire acondicionado ubicado en la orilla del lago Constanza -repleto de gente que buscaba escuchar ideas y escapar del fuerte calor que invadió esta ciudad- recordó que el costo para la Argentina de romper la convertibilidad y dejar de pagar su deuda fue «muy alto».
Sin embargo, este ex asesor jefe de la Casa Blanca al que el kirchnerismo adoptó como gurú aclaró: «Luego de la caída, la Argentina empezó a crecer rápidamente. Hay vida después del default y de quebrar un sistema cambiario muy estricto».
«Está creciendo al 8% anual, aun con la ausencia de lo que algunos creen que podría haber sido un mejor manejo de la política económica», afirmó, con una crítica imprecisa de la que no se hizo cargo. De inmediato expresó: «Habiendo roto las cadenas con ese sistema cambiario y sacándose de encima el peso de la deuda, el país comenzó a crecer», antes de aclarar que el caso argentino «es el ejemplo más optimista que puedo dar esta mañana», provocando risas entre los asistentes.
Más cautos, tras el final de la sesión se pronunciaron sobre esta cuestión Mc Fadden y Myerson. «No se puede negar que a lo largo de los últimos años la Argentina tuvo un muy buen desempeño», indicó McFadden, ganador del Nobel hace 11 años.
Preocupa el gasto
En diálogo con LA NACION, Myerson agregó: «Me alegra mucho escuchar de este alto crecimiento, pero estoy preocupado sobre la estructura del gasto público en la Argentina». De inmediato, consideró que la analogía con Atenas es insuficiente, porque «si bien la deuda soberana es un problema que Grecia deberá resolver con una reprogramación, o tal vez como hizo la Argentina, el problema real europeo es de los bancos, por un sistema que los incentivó a comprar títulos riesgosos para financiar las cuentas públicas».
Tajantemente más negativo fue Edmund Phelps, quien tras la presentación de Stiglitz dijo a LA NACION que la recuperación argentina se basó en que «el precio de las materias primas subió mucho».
«Por supuesto que hubo un muy fuerte aumento de la producción, pero quisiera saber cuál fue el aumento real de los salarios para poder decir si es un modelo para el mundo. La Argentina cometió un error al no pagar su deuda y tiene que lidiar con eso, pero tuvo suerte.»
¿Fue suerte o adoptó buenas políticas?, le preguntó LA NACION. «Suerte», respondió el economista.
En sintonía con Myerson, y a diferencia de Stiglitz, Phelps opinó que el default no revitalizará a Grecia. «La Argentina tiene los recursos de exportación para pagar, a diferencia de Grecia, así que no tiene sentido plantear esa solución. Puede haber una quita en la deuda griega, pero ésa no es una excusa para que cualquier país pueda dejar de pagar, porque luego tardará casi 10 años en volver a poder pedir créditos y eso puede dolerle, aunque con la suerte no se note», redobló.
Ayuda cuestionada
Ayer, los premiados analistas comenzaron a dar sus opiniones sobre la utilidad (o no) de los esquemas económicos actuales para dar respuesta a la crisis global que comenzó en 2008. A la fuerza, tuvieron que responder al discurso de apertura del presidente alemán, Christian Wulff, quien, a contramano de la estrategia del propio gobierno de Angela Merkel, cuestionó los crecientes rescates a los países que no pueden pagar y la compra de bonos por parte del Banco Central Europeo.
Además, este funcionario, que no ocupa la jefatura de gobierno, sino un cargo ceremonial, sostuvo que, para salir de la crisis, Europa debe resolver sus «problemas estructurales» de productividad y volver a ser «una economía abierta de mercado, con competencia libre y precios estables, así como finanzas públicas sanas».
El que recogió el guante más claramente fue Stiglitz, al asegurar que los principios deben ser dejados de lado cuando el mundo cambia. Pero de inmediato defendió la continuidad del euro. «Continuar o romper con el euro costará dinero, sobre todo a Alemania. Pero al mantener la moneda única, la Unión Europea seguirá recibiendo beneficios políticos y económicos.» Para culminar y seguir generando aplausos, expresó: «Es muy difícil deshacer los huevos revueltos», en un juego de palabras alusivo al carácter irreversible de la integración europea.
Fuente: La Nación, 25 de agosto.
Comments are closed.