Un tambo y un feedlot de punta le permiten a Gustavo Lee transformar maíz y alfalfa en leche y carne.
Arraigada en el paisaje del Valle de Lerma, una zona tradicionalmente tabacalera a solo 30 kilómetros de la ciudad de Salta, la empresa de la familia Lee es un claro ejemplo de las enormes posibilidades que brindan actualmente el cultivo de maíz y su conversión en carne y leche en el norte argentino. En 220 hectáreas propias y alrededor de 800 arrendadas, producen maíz y alfalfa para alimentar a las vacas de su tambo, obtener 12.500 litros de leche por día y, además, engordar a más de 700 novillos. Gustavo Lee recibió allí a Clarín Rural y contó la historia y los detalles de un planteo que no tiene nada que envidiarles a los tambos más grandes de la cuenca santafesina.
El padre de Gustavo, de quién heredó el nombre, compró allí una pequeña porción de campo en 1982 y sentó las bases para la producción de tabaco y el desarrollo del tambo. Varios años más tarde, en 2006, tras estudiar ingeniería industrial en Buenos Aires, Gustavo se incorporó a la empresa, y al poco tiempo comenzó a llevar adelante una fuerte transformación productiva con la incorporación de infraestructura y tecnología de punta. Actualmente, la producción de tabaco sigue siendo una actividad importante en el esquema, pero los años y la coyuntura pusieron al maíz y la alfalfa en un lugar de mayor privilegio; son el alimento que nutre al plato principal, el tambo y el feedlot.
El tambo de los Lee cuenta con 390 vacas en producción y más de 800 animales en total, y el promedio diario de producción es de 31 litros de leche por vaca. Se trata de una muy buena cifra para los estándares de la zona, pero no llama la atención cuando uno ve el nivel de ajuste y precisión que hay en cada componente del esquema productivo.
El vínculo entre tecnología y eficiencia es una constante en la empresa. Cada animal del tambo tiene desde su nacimiento un chip en la oreja que recolecta datos y los transforma en una alimentación y cuidado adaptados a cada momento. La guachera, por ejemplo, que tiene capacidad para 120 terneros por día, detecta con un sensor la cantidad de leche y alimento balanceado que le tiene que dar a cada recién nacido. Es una dieta estricta que va variando desde el día 0 al 60, cuando se le corta la leche y el ternero sigue con alimento sólido. Así, los terneros no se quedan con hambre ni se empachan, se crían bastante parejitos. Luego, las hembras quedan en el tambo y los machos van al feedlot, comenta Lee.
Más tarde, en el período productivo, cada vez que una vaca entra a la zona de ordeñe emite una señal a una antena y una base de datos registra la cantidad de litros que produce. Día a día se mide la producción y el peso del animal, y en base a eso se le formula una dieta. Hay cuatro rodeos distintos en producción, con cuatro dietas distintas, detalla el productor, y explica que de esos cuatro rodeos, hay tres grupos divididos por estado de lactancia y uno especial para las vaquillonas primerizas, que suelen ser más tímidas a la hora de comer y son corridas del comedero por las vacas más viejas. A alrededor de los 90 días después del parto es cuando las vacas consiguen el pico máximo de producción.
El confort de los animales cumple un papel fundamental en la calidad productiva, y Lee lo sabe muy bien. Por eso, invierte en cada detalle de esta especie de spa lechero. Mientras produce, la vaca no se mueve y se le lleva el alimento al corral para que gaste toda la energía en producir leche. El alimento se compone de alfalfa fresca, maíz molido, expeller de soja molido y silo de maíz, más los concentrados proteicos. Casi todo lo producimos nosotros; lo único que compramos son los concentrados y el expeller de soja, del que consumimos 20.000 kilos por mes, cuenta Lee.
Por su parte, la zona de ordeñe cuenta con un piso de goma recién traído de Canadá. Esto les brinda una mayor comodidad a las vacas y evita problemas en las patas del animal. Al mismo tiempo, las vacas reciben un poco de expeller de trigo para que se relajen en el momento del ordeñe, remarca.
Dos veces por día llega el camión cisterna de la cooperativa CoSalta a vaciar el tanque de 12.000 litros de leche. El precio lo pone la comisión directiva de CoSalta a mes vencido, de acuerdo a como hayan sido las ventas en góndola. Hasta julio le pagaban 1,65 el litro, y en ese mes el precio bajó a 1,52.
El ciclo productivo del tambo dura alrededor de 250 días. Después, las vacas descansan unos 60 días a campo y se preparan para una nueva preñez, que se busca a través de inseminación y de transplante embrionario. Hasta ahora, los embriones los trajimos de Estados Unidos, pero el año que viene comenzaremos a sacar nuestros propios embriones, ya que contamos con un buen soporte genético. Los porcentajes de preñez con inseminación en vaquillonas son del 70%, detalla Lee. En esto también, la tecnología está a la orden del día. Las vacas vacías tienen un collar que avisa cuando entran en celo de acuerdo con su movimiento. Así, la puntería mejora sensiblemente.
Para sumarle una estrella al establecimiento, actualmente se está construyendo una paridera que mejorará el confort de las vacas al parir, ya que la mayoría de los terneros nacen en el período febrero-marzo-abril, que coincide con la época más lluviosa de Salta y, al haber mucho barro, es cuando las vacas están más incómodas.
En el feedlot, la otra forma que tiene Lee de transformar los granos, los terneros Holando conviven con novillos Braford y Brangus. Lee compra terneros de entre 120 y 180 kilos y los engorda hasta el peso final. Mayormente los traigo de Chaco y de Rosario de la Frontera. Hoy tengo 728 en engorde, pero aspiro a llegar a los 1.300 antes de fin de año y a los 2.500 el año que viene, dice el salteño. Con la misma fórmula que en el tambo, alimentando a los novillos en base a silo de maíz, alfalfa y maíz molidos y concentrados proteicos, el productor gana en promedio 1,2 kilos de carne por día.
Contado por él, en la tranquilidad del valle y con los imponentes cerros al fondo, el sistema parece simple. Pero detrás de esta diversificación con fuerte agregado de valor hay un amplio equipo con vocación innovadora y ganas de crecer.
Trato de formar equipos de trabajo para cada actividad. En el tambo, para todas las tareas hay 12 personas. Cada equipo tiene un líder al que le doy instrucciones, pero tengo llegada a todo el personal. En total son 58 empleados, y durante la cosecha del tabaco llegan a 200, detalla Lee. Su hermana es la veterinaria que supervisa la parte sanitaria y reproductiva, y hay un nutricionista que va al tambo una vez por mes a controlar la dieta. También se asora con dos genetistas, un especialista israelí que lo visita una vez por año y, en la parte agrícola, aprovecha a los asesores que le brindan las empresas de semillas e insumos (Ver El maíz es…).
Está claro: con tecnología, conocimiento del ambiente y una gestión aceitada, el Norte no tiene techo y ofrece múltiples posibilidades.
El maíz es el alma.
El planteo agrícola de la empresa de la familia Lee es el motor del resto de las actividades. La rotación de cultivos, que dura aproximadamente seis años, comienza con una alfalfa de cuatro años de vida promedio, y sobre esa alfalfa se hace tabaco, que se planta en septiembre y se termina de cosechar en marzo. Luego del tabaco, como verdeo de invierno, se siembra avena y, sobre esa avena, en diciembre, se hace maíz. Después del maíz se vuelve a la alfalfa.
Actualmente, la empresa siembra 75 hectáreas de tabaco -que es una suma considerable para ese cultivo- y 160 de alfalfa. El maíz ocupa aproximadamente 500 hectáreas, de las cuales se pican 140 y el resto se guarda en grano. Este año, cerramos con 9.600 kilos por hectárea de promedio. El maíz se siembra a fin de diciembre o principios de enero y se cosecha seco con 14° de humedad en el grano recién a fin de agosto, detalla Lee. En el Valle de Lerma, a diferencia del sur, se usan semillas subtropicales, de ciclo más largo que los templados. Lee utilizó los híbridos de Pioneer 30-B39, 30-04, 30-T17 y 30-F35, con el que tuvo picos de rendimiento de 15.000 kilos.
Con respecto a la tecnología utilizada para lograr semejantes rindes, explica: A la siembra ponemos alrededor de 130 kilos de fertilizantes químicos, 80 kilos de fósforo y, cuando la planta ya tiene cinco hojas, le damos 150 kilos más de urea.
En cuanto a las enfermedades, dijo que este año apareció fusarium porque llovió más que lo normal, pero que no suele haber grandes problemas. Las plagas generan más daños, como el gusano cogollero, pero se pueden controlar bastante con la tecnología disponible en los maíces Herculex, que además protegen contra el barrenador del tallo, afirma Lee.
Gran parte de las hectáreas cultivadas están bajo riego con el agua que baja de la quebrada del Toro. Recientemente, Lee construyó un embalse para poder almacenar en su campo el agua que le corresponde y utilizarla cuando más la necesita.
Fuente: Clarín, Suplemento Rural, 10 de septiembre.
Comments are closed.