Sí. Acá están los más productivos del mundo y vale la pena darse una vuelta por esta verdadera cadena productiva, para ver cómo puede ser el futuro en otras partes del mundo, incluida la Argentina. Durante varios días, un grupo de argentinos, entre ellos Clarín Rural, recorrió campos y conversó con productores de forrajes, tamberos y visitó industrias lácteas, con la organización de la empresas Forratec, de Argentina, y Dairyland, de EE. UU., para saber cómo son los supertambos. Franck Denise es norteamericano, pero habla perfecto español. Lo necesita para comunicarse con los 25 empleados, casi todos mexicanos, del tambo del que es encargado, que ordeña 2.550 vacas 3 veces al día. El establecimiento pertenece a Charles Ahlem, uno de 12 productores de la zona que hace unos años decidieron unirse para darle valor agregado a su leche y montaron una industria que hoy es la mayor fabricante de quesos de los Estados Unidos: Hillmar. Los socios procesan allí leche de vaca Jersey, la raza mayoritaria en sus tambos, aunque también hay cruza con Holando. Para ordeñar, el tambo de Denise tiene un sistema de calesita con bajadas para 50 vacas y un robot que reemplaza a varias personas, que se encarga de desinfectar los pezones de los animales. Denise sufre la crisis de la lechería, como todos, y está pensando qué puede hacer él mismo para morigerar su impacto. Ahora, quiere cerrar contratos de largo plazo por la compra de alimentos y para la venta de leche, para darle estabilidad al negocio. Mark Ahlem es hijo del dueño del establecimiento, y reconoce que hoy, aunque la mayoría de los tamberos están perdiendo mucho dinero, ellos están saliendo hechos. “Es por el contrato especial que tenemos con la fábrica”, puntualiza. Este tambo cuenta con un sistema de rociado de agua directo sobre el lomo de las vacas mientras se alimentan, que se implementó masivamente en California desde 2006, cuando por un golpe de estrés calórico se murieron 30.000 vacas. Por entonces se registraron 45 grados y 90% de humedad, y el sistema de mojado del momento, parecido al de los aspersores de los techos de los hoteles, más un sistema de ventiladores, no fue suficiente. Este tambo funciona bajo el esquema de “Free Stoll”, que se está expandiendo en el Estado, que incluye camas de agua individuales para las vacas, con estiércol seco para cuidar las ubres, y un buen confort general para el animal. El estiércol seco viene de la planta de tratamiento del mismo tambo, en donde se separa justamente el estiércol seco de los líquidos que provienen de la limpieza de los galpones donde están las vacas, que a su vez se vuelven a utilizar en ese proceso. Todo es absolutamente automatizado y comienza a partir de la corriente de agua que se derrama sobre los pisos de hormigón, con pendientes, que hay en el establecimiento. Es casi una obviedad decir que estos tambos están todos sobre caminos de asfalto que no presentan ningún problema para que el camión pueda retirar la leche. En alimentación, usan 8 o 9 ingredientes, en pequeñas proporciones. “Es para poder ir cambiando sin problemas entre ellos, de acuerdo a los precios”, dice Mark, el heredero. Y cuenta que busca alta calidad de heno de alfalfa, el elemento estratégico en la dieta, junto al silo de maíz. Pero ellos no producen nada de alimento. Sólo se dedican a transformarlo en leche. Y luego en quesos. Para aquellos insumos, confían en productores profesionales, especialmente dedicados a elaborarlos. Uno de ellos es Doug Dalton, que en el valle del río San Joaquín tiene un vergel de alfalfa y sorprende con un lote que ya va por su quinto año. Dalton tiene unas 500 hectáreas de alfalfa y cosecha distintas calidades, de acuerdo al mercado al que apunta. Si es para alimentar caballos, a lo que dedica buena parte de su producción, busca menos calidad, y entonces puede demorar el momento de corte. Pero, si es para lechería, corta más temprano, para hacer los fardos que luego carga hacia los tambos. El hombre también vende los cultivos en pie, porque hay productores que eligen un lote y van y cosechan ellos las alfalfas que luego se llevan. En ese caso, les hace un 20% de descuento. Así trabaja también Doug Maddox, un tambero de 72 años que es casi un mito en esta región. Fue, hasta hace un par de meses, presidente de la asociación de productores de leche de los EE. UU. y tuvo un rol protagónico en la presión de los productores al Congreso, en Washington, para que establezca un nuevo marco jurídico para el negocio, que permita tener un sistema de comercialización menos expuesto a los vaivenes del mercado. Maddox es considerado el ganadero de registro más grande del mundo en Holando. Conoce la lechería de 50 países y vende embriones, animales y semen, inclusive en la Argentina. Sin embargo, diversifica. Hace vides y almendras (tiene contratos con precios mínimos durante 15 años). “A pesar de que nos gustan mucho las vacas, tenemos que diversificar. Y estamos bien con esto, porque con las vacas estamos perdiendo 100 dólares por cabeza por mes”, reconoce. ¡Y tiene nada menos que 5.000 en ordeñe!. El referente dice que ya desaparecieron 10% o 15% de los tambos en California, desde que arrancó la crisis, el año pasado, y cree que, si no se hace nada, pasará lo mismo con otro porcentaje similar, de aquí a fin de año. Con precios que están en torno a los 22 centavos de dólar por litro, tiene costos de producción del orden de los 25 centavos. Sin embargo, dice que “los tiempos difíciles son apropiados para establecer nuevas reglas de juego”, optimista por el lobby de los productores en el Congreso. A pesar de sus pesares, tiene espacio para tirar flores a la Argentina: “Es el país que tiene la mayor potencialidad de crecer en producción de leche en el mundo. Si se dieran las condiciones apropiadas, serían los primeros”, reflexiona. Maddox ordeña 104 vacas en forma simultánea y tiene un promedio cercano a los 40 litros por vaca y por día. “Lo central es la alimentación (en ella, el heno de alfalfa) y el confort animal”, dice. Uno de los nietos de Maddox, quien maneja una de las unidades de producción en que está dividida la empresa, estuvo en la Argentina hace poco tiempo, por 5 o 6 semanas, y cree que el país está aún atrasado con respecto a EE.UU., pero que podría alcanzarlo e incluso superarlo. Sin embargo, reconoce que su empresa ha considerado abrir tambos en otras parte del mundo, incluida la Argentina, pero que ahora están más cerca de arrancar en Uruguay, donde creen que hay una estabilidad que no están seguros de encontrar en nuestro país.
Fuente: Clarín, Suplemento Rural, 3 de octubre.
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