Con esta medida el Gobierno buscaba que la población pudiera pagar precios accesibles, cuando en realidad a quienes intentaba subsidiar y contentar era a los ciudadanos de la Capital Federal y el conurbano bonaerense, quienes pagaron valores muy por debajo de los que tendrían que haber pagado si no hubiera existido esta intervención.
Esta política se hizo a costa del criador y del invernador, quienes vieron sus precios fijados por cuatro años, y haciendo desaparecer a la Argentina como unos de los principales exportadores de carnes del mundo, pasando en la actualidad al décimo puesto y dejando de ser proveedor confiable de alimentos. También se hizo a costa de los habitantes del interior, quienes sí pagaron precios superiores por la carne, tal como sucedió con la energía, el transporte y el combustible.
Esta política le hizo creer inciertamente a la población de las grandes urbes que se la estaba protegiendo sin mostrarle que este subsidio se estaba haciendo al elevadísimo costo de perder en 3 años 10 millones de cabezas; de que desaparecieran miles de productores dedicados a esta actividad; de que veintena de frigoríficos hayan cerrado, y de que con ellos se encuentren afectados más de 10.000 trabajadores.
¿Es ésta la política de un gobierno que se dice “progresista”, en la cual sólo subsidia a los consumidores de los grandes centros urbanos sin importarle la desaparición de miles de productores, el cierre de frigoríficos y las pérdidas de puestos de trabajo? Mis humildes conocimientos de progresismo me dicen que no. Lamentablemente el daño debido al desconocimiento o a la intención ya está hecho y para que esta situación se revierta se necesitaran como mínimo 5 años. Han empeñado el futuro y nos quedamos sin reservas. Y también han empeñado el desarrollo de provincias ganaderas como Formosa, al fijar el precio del ganado en pie y cerrar las exportaciones.
A pesar de todo lo hecho quedan esperanzas de recuperación en la actividad, pero esto se logra con políticas públicas de largo plazo y no con realismos mágicos por los cuales se le hizo creer durante cuatro años a una gran masa de la población que la carne era barata. Sólo si se implementara una política ganadera de largo plazo que contemplara las exportaciones como una herramienta importante, que permitiera generar más carne tanto para el mercado interno como el de exportación, apoyando a las provincias productoras, se podría superar el grave error. Para ello es primordial eliminar la intervención en los mercados y los subsidios para generar las condiciones necesarias y el atractivo suficiente para volver a invertir tanto en la producción como en la industria frigorífica.
Los ciudadanos debemos entender que la magia no existe y que si la carne en términos relativos fue unos de los alimentos más baratos en los últimos años es porque alguien lo estaba pagando y hoy sufrimos las consecuencias con los precios que debemos afrontar en el mostrador.
Para que haya más carne o más producción de otros bienes necesitamos políticos y políticas idóneas que conozcan de los procesos productivos apoyando las reglas de juego claras que estimulen la inversión, el desarrollo y crecimiento de las actividades, así como de quienes apuestan día a día por ellas. Sólo así podremos pensar en un país en grande con provincias como Formosa, que crezcan de la mano de la inversión en ésta y otras actividades de tal manera de fomentar el arraigo y el bienestar en las comunidades del interior.
El autor es diputado nacional (UCR-Formosa)
Fuente: La Nación, 16 de abril.
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