El mismo productor que compraba un determinado híbrido, que sembraba determinada cantidad de semillas por metro lineal con una máquina de precisión, que aplicaba la dosis justa de fertilizante (previamente determinada por un exhaustivo análisis), y que cosechaba monitoreando las pérdidas, entre otras técnicas, además de consultar permanentemente a un profesional para el seguimiento de la evolución de los cultivos, tenía otra actitud cuando encaraba la actividad ganadera. Sucedía que compraba animales en la feria del pueblo o a sus vecinos, muchas veces sólo teniendo en cuenta el precio, sin importarle la calidad genética de los mismos. Para sembrar pasturas o verdeos, compraba a un vecino semilla de producción propia (a veces sin limpiar, llena de malezas) o adquiría en la forrajería local, por ejemplo, “festuca” sin saber a qué variedad correspondía.
Con respecto a la compra de productos veterinarios, decidía su adquisición por el precio de los mismos y no por su calidad (“con lo que valen las vacas, no se puede gastar”). Para su aplicación, se encargaba él o su personal. Sólo para tareas muy específicas, por ejemplo para el tacto rectal, recurría a un veterinario.
“Bicefalía agropecuaria”
Mientras que la agricultura se puede tercerizar (por arriendo o a porcentaje), la ganadería intensiva pastoril requiere de un control permanente por parte del productor y personal capacitado e incentivado que realice cotidianamente las tareas asignadas, tal como en el engorde a corral o en el tambo.
Muchos productores, por distintos motivos, no residen en el establecimiento. En consecuencia, les falta tiempo para recorrer los potreros y supervisar las tareas o no están capacitados para manejar al personal, por lo que optaban por no intensificar sus planteos productivos.
El interrogante es ¿cómo unificar criterios? Más allá de la coyuntura económica (principal “gatillo disparador”) y sus consecuentes vaivenes de precios, el productor agropecuario cuando realiza su actividad ganadera, debe comportarse como un agricultor eficiente. Tiene que aplicar tecnologías similares a las utilizadas en sus planteos agrícolas. Es muy importante evaluar y medir. Sólo cuando se cuantifica, se aprecian las pérdidas y sus incidencias económicas sobre la rentabilidad de la empresa. Esto es algo que tienen muy en claro los tambos que realizan control lechero o los feedlots cuando hacen lectura de comederos. Todos los días la producción refleja los resultados de las acciones del día anterior.
Así como en su momento se difundió que la invernada creció empleando técnicas donde la lechería había sido pionera, hoy me atrevo a afirmar que la cría vacuna ha incorporado métodos provenientes de las otras actividades ganaderas y también de la agricultura.
Actualmente se observa el incremento del uso de tecnología de vanguardia (reservas forrajeras de calidad, destete hiperprecoz, entore a los quince meses, inseminación artificial a tiempo fijo, etcétera).
Tal vez esto no lo hizo posible el amor, si no el espanto. La drástica disminución del stock ganadero nacional asegura un escenario rentable a mediano plazo. La creciente demanda internacional de carne bovina también lo apuntala. Es el momento de capacitarse e incorporar tecnología. Aprovechémoslo.
Oscar Ferrari
Para LA NACION
El autor es director de Difusión Ganadera y productor
Fuente: La Nación, Suplemento Campo, 2 de abril.
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