Aún cuando es siempre recomendable prever un 15% más del forraje necesario, proveniente de cultivos específicos o excedentes de pastura para cubrir la demanda alimenticia, pueden presentarse condiciones climáticas demasiado adversas que afecten fuertemente los rendimientos y la calidad.
Así, la escasez de precipitaciones del primer trimestre de 2004 (117mm al 26 de marzo versus 378 mm de media histórica según datos de la Estación Agrometeorológica del INTA Rafaela) afectó fuertemente los rendimientos de los cultivos forrajeros anuales (especialmente los maíces de siembra de segunda) y también los correspondientes a los cultivos de soja para cosecha, aunque con una variabilidad importante.
Para el productor tambero, esta situación plantea la urgente necesidad de tomar decisiones para evitar o reducir el impacto en la alimentación de las vacas lecheras, al menos durante el período otoño-invernal.
Y para que estas decisiones sean lo más acertadas posibles se debe:
* Calcular los requerimientos del rodeo durante el otoño-invierno.
* Estimar la cantidad de reservas forrajeras necesarias para cubrir esas necesidades en función de una dieta determinada (% de participación del silaje ofrecido en materia seca).
* Reestimar la producción de forrajes conservados (heno y silaje) a obtener de los cultivos destinados para tal fin, descontando las pérdidas que van desde el corte hasta el suministro (20 a 25%).
* Efectuar el nuevo balance alimenticio y determinar el probable faltante de forraje conservado (heno y silaje).
En el caso de que se confirme un déficit importante del forraje conservado que impida elaborar una dieta más o menos equilibrada en cantidad de materia seca a consumir y de fibra a aportar, existen una serie de alternativas.
El caso de un establecimiento mixto.
En este artículo abordaremos solamente la problemática de un establecimiento agropecuario que produce leche y soja. En este caso, los cultivos para silaje se encuentran seriamente comprometidos en su rendimiento, en tanto que los de soja pueden presentar distintas calidades, en función de la historia de los lotes, la calidad del suelo, el ciclo del cultivar usado, la época de siembra, si es doble cultivo, etc.
La experiencia desarrollada en el grupo de Producción Forrajera del INTA Rafaela, indica que el cultivo de la soja puede ser una alternativa alimenticia para integrar las dietas de los rumiantes, ya sea como:
* Heno de planta entera.
* Rollos húmedos empaquetados (silopaq) o embolsados.
* Silaje de planta entera.
* Rollos o fardos del rastrojo de cosecha.
Por supuesto que los nutrientes y limitaciones de uso de cada una de estas alternativas alimenticias son diferentes y no se excluyen entre sí.
Heno de planta entera.
Si se toma la decisión de conservar la soja como heno, se presenta el inconveniente de la diferente tasa de secado entre el tallo y las hojas. En consecuencia, el acondicionado mecánico del forraje sería una alternativa aconsejable para mejorar este aspecto. Se debería evitar rastrillar el material cortado ya que cuando las hojas de la soja están secas se desmenuzan muy fácilmente, reduciendo el rendimiento y el valor del alimento. Por otro lado, los tallos, además de tener un secado más lento, son leñosos y tienen un bajo valor nutritivo. Si se rastrillan las gavillas para lograr un secado más parejo, las hojas se pueden desmenuzar y se caen, dejando solamente tallos y chauchas (si es que éstas se encuentran en una cantidad considerable).
Los productores que deseen hacer heno de soja y pretendan evitar los problemas de manejo que se presentan durante el secado, tienen dos opciones para poder lograr un buen producto:
a) dejar la gavilla sin mover mientras el forraje se seca lentamente, hasta que esté listo para henificar. Esta es la mejor opción si las condiciones climáticas son favorables.
b) rastrillar el forraje antes de que las hojas de la parte superior de la soja se hayan secado demasiado (apenas marchitas). Esta puede ser la única opción si es necesario rastrillar para reunir dos o más gavillas para un enrollado o empaquetado satisfactorio.
El no rastrillado del forraje también evitaría juntar material muerto y rastrojo, especialmente si la soja se hizo en un potrero precedido de trigo u otro cultivo.
La calidad que puede esperarse es muy variable, de baja a media, en función del desarrollo y estado de los cultivos (cantidad y estado de las hojas, cantidad de vainas y granos), y la composición química de este recurso alimenticio sería:
Proteína bruta = 9 a 15%,
Fibra = 56 a 65% de FDN,
Digestibilidad (DIVMS) 54 a 63%
Para lograr un mejor aprovechamiento de este alimento, se sugiere molerlo, ya que en el caso de los rollos el material está muy compacto y por lo tanto se le dificulta a los animales su extracción directa. Por otra parte, se debe tener en cuenta que los tallos se presentan muy duros.
Silaje o henolaje de la planta entera.
La conservación del material húmedo evitaría los problemas de pérdida de calidad como consecuencia de la caída de las hojas, pero tiene la dificultad de que como la soja tiene alto contenido de proteína y baja concentración de azucares es más difícil de lograr una buena fermentación.
En estas circunstancias, se pueden elegir dos sistemas de almacenamiento en función de la disponibilidad de maquinaria y del volumen de forraje del cultivo:
a) rollos húmedos (empaquetados individualmente o embolsados) y
b) silaje picado (embolsado o en silos convencionales).
Para ambos sistemas, el corte se debe realizar en el estado de R5-R7 o cuando las primeras hojas empiezan a tomar un color amarillo. La humedad de almacenaje recomendada está entre 60 y 70% (lo cual se logra mediante un premarchitado en cortes tempranos, o con el avance de la madurez del cultivo) Puede ser recomendable agregar un inoculante para favorecer una mejor conservación del material.
Como siempre, debe efectuarse un buen compactado del material para eliminar el aire, lo que cobra aún más importancia cuando el sistema de almacenaje son los rollos húmedos. Además, en este caso, se debe trabajar con un material no muy oreado (alrededor de 35 % de materia seca) para evitar que los tallos rompan el plástico o la bolsa.
Una cuestión a tener en cuenta es la presencia o no de rastrojos de cultivos anteriores, ya que esto condicionará la opción de realizar un premarchitado y de unir las gavillas para lograr un picado o enrollado más eficiente. La incorporación de material muerto y rastrojo en el silo por acción del rastrillo, perjudicará la calidad y la conservación del forraje. En el caso de la presencia de rastrojo en un lote de soja de segunda sobre trigo, es conveniente hacer un corte directo para evitar estos problemas.
Por último, hay que lograr una excelente conservación en el caso del silaje de soja ya que de lo contrario la calidad, y en particular el consumo (olor muy desagradable) serán muy bajos.
La calidad que se puede obtener con un silaje de soja bien conservado es buena.
La composición química de este alimento puede ser la siguiente:
Proteína bruta = 15 a 19%,
fibra = 47 a 51 % de FDN,
digestibilidad = entre 60 y 65% de DIVMS
Rollos de rastrojo de cosecha.
La alternativa de efectuar el heno del rastrojo proveniente de la cosecha de soja puede ser interesante cuando el productor posee forrajes conservados de buena calidad pero con bajos rendimientos de los cultivos.
Se debe tener en cuenta que la calidad de este recurso es muy baja.
Su composición química es:
Proteína bruta = 5 a 6 %,
fibra = 74 a 77 % de FDN,
digestibilidad = 35 a 40 % de DIVMS
Para una mayor eficiencia en la utilización de este alimento se recomienda ofrecerlo molido y mezclarlo con algún concentrado o subproducto.
A todas estas opciones, teniendo en cuenta los precios en vigencia, puede agregarse la venta de soja cosechada para la posterior adquisición de maíz o sorgo. De esta manera, se podría abaratar la ración o, en el caso de que los forrajes conservados sean de baja calidad, aumentar el nivel de suplementación para corregir la dieta ofrecida a los animales.
Existen infinidad de situaciones de uso de estos recursos (especialmente en lo que se refiere a las dietas y categorías de animales a alimentar) pero es evidente que las soluciones deben ser tratadas en cada caso particular, evaluando su impacto a nivel de la empresa y no de una actividad agropecuaria en particular.
Luis Romero y Eduardo Comerón.
INTA Rafaela.
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