Para incrementar los niveles de producción de carne hoy el
único camino posible es elevar el peso de faena. Ya se sabe que vamos a
disponer de menos terneros y que difícilmente eso se reponga en el corto plazo.
Son pocas las variables que definen la producción total de
carne, es decir, cuántas vacas hay en stock por el porcentaje de destete y por
el peso con que se faena ese destete.
Las dos primeras variables se han desmejorado y seguramente
le llevará más de dos años recuperarse. La alternativa que nos queda es elevar
rápidamente los kilos con que faenamos los animales para amortiguar, en primera
instancia, la caída en producción, para luego incrementarla.
Con la genética existente y con la etapa final de terminación
a corral, podemos estar faenando animales con un 30% más de kilos de lo que hoy
se define como para consumo.
El mundo produce de esa forma: los Estados Unidos, con el
doble de stock que la Argentina, produce cuatro veces más carne. En términos
biológicos y económicos son mucho más costosos los kilos de ternero generado al
pie de la madre, que los kilos que uno pueda hacerle ganar a ese ternero
logrado. Por ello continuar con la masacre que hacemos al faenar animales de
menos de 300 kilos, cuando el 60% de esos kilos son hechos al pie de la madre y
luego se le agregan 100 kilos en un corral, sin lugar a dudas nos condena a un
fracaso.
De este error no hemos salido antes porque también hay
culpas compartidas. Primero, un desconocimiento total de la producción de
carne, de su calidad y de la mayor renta genuina que genera faenar un animal
con mayor peso. Segundo, el manejo financiero que permiten los ciclos
extremadamente cortos, donde las variables precio de compraventa y plazos,
definía la rentabilidad. También influyó una exclusión mal entendida por los
criadores cada vez que se quiso incrementar el peso de faena: creyeron en la
idea de que producir un animal liviano directo a consumo los ponía en carrera,
cuando en realidad a las claras está que si alguien perdió en toda esta etapa,
fue la cría.
Es lógico entender que si alguien va a comprar un ternero al
que tiene que hacerle ganar 200- 250 kilos antes de la faena valore la calidad,
la genética y pueda pagar un diferencial pensando en que esa inversión le va a
diluir el costo posterior de producción.
Una vez generados más kilos por producción, realmente son
más que conocidas las posibilidades de compensar valor, desde la propia carne.
Logrando colocar sólo 30 kg de carne por media res en el
mercado que puede pagar los precios extraordinarios, queda dinero suficiente
para compensar los cortes de consumo popular. No hace falta ir muy lejos,
nuestros vecinos del Uruguay siguen un plan simple con valores de la hacienda
en pie muy superiores a los nuestros y con bajos precios en el asado, las
milanesas y la carne picada.
Permitirle al ganado en pie tomar más valor abre una enorme
posibilidad de producción, de generación de puestos de trabajo y de
transformación de recursos agregándoles valor. En el medio, si este proceso
requiere más tiempo de lo que creemos y si realmente hay que subsidiar al
consumo, busquemos una vía directa por la cual le llegue realmente ese dinero
que invierte el Estado al que menos tiene. Si uno hiciera el ejercicio de sumar
todo el dinero de subsidios entregados al sector agroalimentario y lo dividiera
por la cantidad de hogares necesitados, llegaríamos a un número más que
significativo sobre el valor de la canasta básica.
Con las condiciones que tiene este país, que estemos en esta
encrucijada, que los subsidios al feedlot tomen un rol protagónico, que los
productores esperen la suba de precios y que el Gobierno tenga en la mira una
nueva medida, en lo personal me avergüenza y eso me motiva a escribir estas
líneas.
Por Germán A. Pieroni
Para LA NACION
El autor es médico veterinario y nutricionista.
Fuente: La Nación, Suplemento Campo, 6 de febrero.
único camino posible es elevar el peso de faena. Ya se sabe que vamos a
disponer de menos terneros y que difícilmente eso se reponga en el corto plazo.
carne, es decir, cuántas vacas hay en stock por el porcentaje de destete y por
el peso con que se faena ese destete.
le llevará más de dos años recuperarse. La alternativa que nos queda es elevar
rápidamente los kilos con que faenamos los animales para amortiguar, en primera
instancia, la caída en producción, para luego incrementarla.
a corral, podemos estar faenando animales con un 30% más de kilos de lo que hoy
se define como para consumo.
doble de stock que la Argentina, produce cuatro veces más carne. En términos
biológicos y económicos son mucho más costosos los kilos de ternero generado al
pie de la madre, que los kilos que uno pueda hacerle ganar a ese ternero
logrado. Por ello continuar con la masacre que hacemos al faenar animales de
menos de 300 kilos, cuando el 60% de esos kilos son hechos al pie de la madre y
luego se le agregan 100 kilos en un corral, sin lugar a dudas nos condena a un
fracaso.
culpas compartidas. Primero, un desconocimiento total de la producción de
carne, de su calidad y de la mayor renta genuina que genera faenar un animal
con mayor peso. Segundo, el manejo financiero que permiten los ciclos
extremadamente cortos, donde las variables precio de compraventa y plazos,
definía la rentabilidad. También influyó una exclusión mal entendida por los
criadores cada vez que se quiso incrementar el peso de faena: creyeron en la
idea de que producir un animal liviano directo a consumo los ponía en carrera,
cuando en realidad a las claras está que si alguien perdió en toda esta etapa,
fue la cría.
que tiene que hacerle ganar 200- 250 kilos antes de la faena valore la calidad,
la genética y pueda pagar un diferencial pensando en que esa inversión le va a
diluir el costo posterior de producción.
más que conocidas las posibilidades de compensar valor, desde la propia carne.
mercado que puede pagar los precios extraordinarios, queda dinero suficiente
para compensar los cortes de consumo popular. No hace falta ir muy lejos,
nuestros vecinos del Uruguay siguen un plan simple con valores de la hacienda
en pie muy superiores a los nuestros y con bajos precios en el asado, las
milanesas y la carne picada.
posibilidad de producción, de generación de puestos de trabajo y de
transformación de recursos agregándoles valor. En el medio, si este proceso
requiere más tiempo de lo que creemos y si realmente hay que subsidiar al
consumo, busquemos una vía directa por la cual le llegue realmente ese dinero
que invierte el Estado al que menos tiene. Si uno hiciera el ejercicio de sumar
todo el dinero de subsidios entregados al sector agroalimentario y lo dividiera
por la cantidad de hogares necesitados, llegaríamos a un número más que
significativo sobre el valor de la canasta básica.
encrucijada, que los subsidios al feedlot tomen un rol protagónico, que los
productores esperen la suba de precios y que el Gobierno tenga en la mira una
nueva medida, en lo personal me avergüenza y eso me motiva a escribir estas
líneas.
Para LA NACION
El autor es médico veterinario y nutricionista.
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