Existen elementos para proyectar que esta foto va a ir cambiando en el tiempo. El mundo que come poca carne (en términos relativos) es el que más está creciendo y el que tiene una situación macroeconómica que transmite optimismo de cara al futuro (economías que generan ahorro tanto en el sector público como en el privado, que han avanzado en reformas estructurales, que se están integrando en forma creciente al comercio mundial).
La Argentina está entre el grupo selecto de países que pueden abastecer una demanda creciente de carnes. Todos los años genera saldos exportables en carne bovina y aviar y además posee las condiciones para ser protagonista en el mercado mundial de carne porcina, la más consumida del mundo.
El desafío por delante es complejo en la carne bovina. El país deberá hacer los deberes bien por varios años y el consumidor interno tener paciencia. Repasemos rápidamente lo sucedido recientemente. Se debe aprender de la experiencia. Las existencias bovinas tuvieron un importante crecimiento tras la crisis de 2001, aumentando un 12% entre 2001 y 2006. A partir de 2007 la faena se incrementa vía un marcado ciclo de liquidación de vientres que se extiende hasta fines de 2009.
La tasa de extracción observada entre 2007 y 2009 (faena en relación al stock) es considerablemente superior a la de años previos y excede significativamente el nivel que se considera de equilibrio (próxima al 25 por ciento).
El período de elevada tasa de extracción coincide con la alta participación de hembras en la faena total, que fluctúa en torno del 48-50% durante todo 2008 y 2009.
La fuerte reducción del stock bovino entre 2007 y 2010 será entonces la consecuencia de la elevada extracción con alta participación de hembras. La elevada extracción permitió niveles de producción de carne bovina y de consumo interno récord durante 2007, 2008 y 2009, pero no sustentables. La producción de carne creció de 3 millones de toneladas res con hueso en 2004 hasta 3,37 millones en 2009, un aumento del 12 por ciento.
Tras la crisis de 2001, el consumo per cápita de carne bovina se mantuvo en torno a los 60kg por habitante hasta 2005. El escenario comienza a cambiar sustantivamente cuando en 2006 la política pública intensifica un proceso de fuerte intervención sobre el mercado de exportación, que incluye cierre de exportaciones, incremento de derechos de exportación y la creación de registros no automáticos de exportación (los ROE).
A partir de entonces se reguló el flujo exportado, de manera de garantizar mayor disponibilidad de carne en el mercado interno. Esto trajo como consecuencia una caída del precio de la carne pagado por los consumidores, pero también una baja en el precio del animal vivo comerciado en el mercado interno, lo que redujo la rentabilidad de la actividad ganadera en su conjunto. La continuidad de este fenómeno dispara la fuerte liquidación de vientres antes comentada, generando un elevado nivel de actividad en la industria frigorífica que el tiempo mostraría que no sería sostenible.
La corrección de precios internos de la carne bovina y del animal en pie a fines de 2009 y comienzos de 2010 detiene el ciclo de liquidación de vientres y los altos niveles de faena, incentivando a los productores a invertir nuevamente en la producción bovina.
Un escenario posible a 2020
Se requerirán varios años de inversión para poder recuperar niveles de actividad y producción (sustentables) como los que mostró la cadena en los años recientes (no sustentables). Según estimaciones propias, la Argentina podrá recuperar el nivel de faena de 2009 (16 millones de cabezas) si en los próximos años (2 o 3) baja de forma importante la tasa de extracción, de manera de recomponer las existencias de ganado bovino. Para disponer de más animales para faena hacia mediados de la segunda década de este siglo inevitablemente se deberá disponer de menos animales durante los primeros años de la segunda década. Se estima que sólo en 2014 podrán superarse las 14 millones de cabezas faenadas.
Si se supone una tasa de extracción del 23% en 2011 y 2012, luego creciente hasta llegar al 27% en 2020, el stock podría pasar de 48,9 millones de cabezas (2010) a 64,3 millones (2020). El flujo de animales faenados podría pasar de 11,9 millones en 2010 a 17,3 millones en 2020. Si se considera un peso medio de faena como el de años previos, constante para todo el período proyectado, la producción de carne anual se mantendría en torno de los 2,5 millones de toneladas res con hueso hasta 2012, y sólo a partir de 2014 podría superar los 3 millones. En 2020, la producción podría llegar 3,6 millones de toneladas.
En cuanto al consumo interno de carne bovina, en el ejercicio se supone que se mantendrá en torno del nivel actual de 56 kilos por habitante (promedio).
También hay una marcada tendencia a una sustitución entre carnes, a favor de la aviar y en detrimento de la bovina, incentivado por un abaratamiento de la primera con el transcurso de los años.
La mayor producción acompañada de un consumo interno que crece sólo a la tasa del crecimiento poblacional irá incrementando el saldo exportable.
En síntesis, hay una oportunidad. Para que el país pueda aprovecharla surgen como condiciones necesarias (no suficientes) la recuperación de la estabilidad macroeconómica (precios en particular), de la previsibilidad en las reglas de juego y de la libertad de mercado y comercio. Además, mejorar otros aspectos como el financiamiento, la infraestructura, los controles sanitarios y fiscales entre otros, y mirar inexorablemente los mercados de exportación si se desea defender el valor de la producción.
Juan Manuel Garzon
Para LA NACION
El autor es economista del Ieral- Fundación Mediterránea
Fuente: La Nación, Suplemento Campo, 25 de septiembre.
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