Cerca de la desembocadura del Salado, dicen que esperan lo peor para esta semana.
Para los tamberos y criadores de la cuenca inferior del Río Salado comienza una pelea despareja contra un enemigo gigante e imprevisible: el agua. El centro, centro-este y oeste de la provincia recibió en menos de 8 meses casi el doble de las lluvias que se registran en todo un año. Entre 1.100 y 1.300 milímetros se desplomaron sobre el corazón de la pampa húmeda, esa inmensa olla de suaves declives, ríos y arroyos de tranco manso y fácil desborde. La consecuencia: casi 10 millones de hectáreas encharcadas o bajo un metro de agua, según las entidades rurales. El gobierno provincial mantiene el cálculo en 3,5 millones de hectáreas afectadas. Aunque después de 72 horas de sol y sin tormentas la situación crítica comienza a ceder, sobre una llanura como la bonaerense los espejos hídricos se mantienen casi intactos por semanas, aún sin lluvias.
Bertran Bacque es tambero. Tiene su establecimiento a pocos kilómetros de General Belgrano con 200 lecheras que por día producen 2.500 litros. Es un promedio bajo, porque venimos de años de sequía, explica. En esta zona donde el Salado está cerca de la desembocadura, la inundación tarda más en ceder. Lo peor llegará esta semana, cuando los canales y el río reciban todos los excedentes de Azul, Las Flores, Saladillo y otros distritos de más arriba. No obstante, el tambo ya está sufriendo. Ahora la consigna es perder lo menos posible. Es que con casi el 40% de las tierras productivas bajo agua, en distritos como Ayacucho, General Belgrano o Pila, los chacareros deben iniciar acciones de emergencia todos los días para salvar la producción. Llevar las vacas a las lomas; comprar forrajes (ya escarcean y aumentan de precio); evitar que los animales mueran ahogados o por desnutrición cuando quedan aislados. Es una tarea que desgasta y desanima. Todos los días una pelea distinta sólo para evitar seguir perdiendo, dijo Bacque a Clarín . A su casa del campo ahora sólo puede llegar en tractor. Sacar la leche de ahí es una odisea diaria. Las lecheras producen menos, porque comen menos y gastan más energía por caminar entre lodazales.
Carlos Donovan cría terneros en un campo camino a Ayacucho, sobre la ruta 29. Su propiedad está atravesada por el canal 9, una obra hidráulica para ayudar a drenar que desemboca cerca de Dolores. El canal explotó, desbordó y está todo cubierto de agua. Corremos de un lado al otro para evitar que las vacas queden aisladas en las lomas, comentó a este diario. Parado sobre un puente alto, en el kilómetro 121 de esa ruta, levanta la mirada y observa seis bovinos que hacen equilibrio sobre las ex vías del ferrocarril. Esas en 4 días se mueren de hambre, se lamenta resignado. No es una previsión alarmista. Recorrer algunos kilómetros por esta región abrumada por un mundo líquido permite constatar la mortandad de bovinos. Todavía no han podido mensurar el impacto sobre las casi 160 mil cabezas que pastan en el distrito de General Belgrano. Hay productores que hace días que no pueden entrar a sus campos. No saben qué van a encontrar cuando todo esto pase, explicó Donovan.
Fuente: Clarín, 10 de septiembre.
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