Por qué motivo los productores se agolpan en las jornadas a campo de los semilleros para ver la nueva variedad de tal o cual semilla y no trabajan con la misma profesionalidad a la hora de comprar toros?y se obsesionan por comprar un toro ¿”barato”?
La mejor respuesta a esta pregunta es que el ganadero no percibe una recompensa económica por una mejora genética y por lo tanto no está incentivado a “meterse” en este mundo para entender “qué sería una mejora genética”.
Es fundamental que se empiece a pagar una prima por el novillo de más y mejor carne, tal como ocurre en los Estados Unidos.
Hoy en día, ante la falta de incentivo y, por lo tanto, al no haber una demanda de genética “medida”, muchos cabañeros producen toros con demasiado foco en los aspectos fenotípicos, o sea, la “belleza” del animal y entonces el tema del desempeño en las pistas de las exposiciones se ha convertido en el centro de la popularidad, sin tener en cuenta los aspectos genotípicos y la medición de una serie de atributos que, en realidad, son muchísimo más importantes en la producción de carne.
Y esto es lo que le falta a nuestra ganadería: un mayor foco en producir más y mejor carne.
En los Estados Unidos se miden (aquí también con algunas excepciones) entre otros aspectos: el peso al nacer, al destete y al año; datos de habilidad materna, producción de leche y facilidad de parto; ratio de conversión del alimento en carne; ahorro energético de la vaca para criar su ternero manteniendo su condición corporal, tamaño del reproductor, circunferencia escrotal, datos del mérito de su carcasa: área de ojo de bife, peso de la carcasa, indicadores de grasa y de marmoleado. Hasta aquí los DEP, digamos, tradicionales.
En los últimos años se han desarrollado dos nuevos paquetes de mediciones. Uno, ya conocido, es el grupo de indicadores “bioeconómicos”, que son una combinación de atributos físicos que se han “pesado” económicamente: el primer indicador, el $W representa cuántos dólares por cabeza los hijos de este toro valdrán de más o de menos que el resto del promedio de la raza.
Con el mismo criterio crearon el $F y el $G, que indican respectivamente el desempeño en el feedlot y el mérito económico de la carcasa. Finalmente, el más importante es el $B, que representa el valor en dólares por cabeza de la combinación de todos los atributos del animal posdestete, incluyendo la calidad y peso de la carcasa.
Este grupo de indicadores llamados “$Value” nos ofrece no ya un número abstracto (el DEP tradicional) ¡sino un valor concreto, en dólares por cabeza de ventaja o desventaja de cada una de sus crías!
El segundo paquete es en verdad el plato fuerte: el último adelanto de la genética en los Estados Unidos: los DEP “potenciados genómicamente”. Hasta ahora, el valor de los DEP se calcula a partir de los datos de los hijos de un reproductor. Cuantas más crías anotadas y medidas, mayor era la certidumbre de la progenie del toro.
Recientemente, un laboratorio norteamericano ha desarrollado una herramienta que permite, a partir de una muestra de pelo hacer un análisis de ADN que se compara contra una plataforma de 54.000 marcadores moleculares, predecir su futura producción.
Se entiende entonces el fenomenal desafío que tenemos y el momento de dar estos pasos es ahora que tenemos buenos precios. Es necesario que los ganaderos cierren filas con la industria para trabajar juntos y lograr animales con más y mejor carne.
Arturo Vierheller (H.)
Para LA NACION
El autor es directivo de la empresa Argenetics.
Fuente: La Nación, Suplemento Campo, 30 de abril.
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