En el mundo, se ha revalorizado en los últimos años estos bienes estratégicos. Así, los capitales de inversión viene empujando el alza de los precios de los granos y de la tierra. Se está viendo en las últimas semanas con el incremento de las cotizaciones del maíz y de la soja. Gran parte del movimiento de los fondos de inversión y de especulación se sustenta sobre el fundamento de que la economía mundial seguirá creciendo y que la demanda de los países emergentes de incrementar el consumo de alimentos no tiene techo. A eso suma la producción de biocombustibles y el reemplazo de energía proveniente de recursos fósiles por los renovables.
El interrogante es si el Mercosur ve a este escenario como una amenaza o una oportunidad. A juzgar por lo actuado en los últimos años por los dos países más grandes del bloque -la Argentina y Brasil- aquí se ha tomado una posición defensiva, mientras que en el socio mayor se pasó a la ofensiva. El presidente Lula, que en pocos meses concluye su segundo mandato como presidente con niveles de popularidad del 82%, definió a su país como potencia agroindustrial y reserva alimentaria mundial. Además de fijar reglas claras y previsibles para el sector del agronegocio, como llaman en Brasil a la agricultura comercial, dio un apoyo explícito a los campesinos y pequeños productores como una herramienta para combatir la pobreza.
Las empresas brasileñas, con el apoyo del estado, salieron al exterior y se internacionalizaron. Firmas como JBS o Marfrig son líderes mundiales en la producción de carne, por ejemplo.
Aquí la conducta ha sido la opuesta. Tanto desde lo discursivo como con las medidas de gobierno. Sin embargo, a la Argentina se le presenta una nueva oportunidad para tomar los mejores ejemplos del país vecino. Por sintonía política, la presidenta Cristina Kirchner y Lula han definido a la relación entre ambos países como estratégicas. Esta semana, el ministro de Agricultura de Brasil, Wagner Rossi, firmó con su par argentino, Julián Domínguez, una serie de acuerdos para que los dos países salgan juntos a ganar terceros mercados y colaboren en las áreas técnicas y científicas.
Como primer resultado de esta sintonía afinada entre Brasilia y Buenos Aires, habrá una misión empresarial conjunta a Corea y Japón. “Son el tercer y séptimo importadores mundiales de alimentos”, recordó Domínguez. “Juntos, somos el primer exportador mundial de soja y de carne”, añadió Rossi.
Además, resolvieron aprobar al mismo tiempo los eventos transgénicos. “Junto con Estados Unidos y Canadá queremos mostrarle a la Unión Europea que no hay motivos para frenar el desarrollo de los Organismos Genéticamente Modificados (OGM)”, dijo el secretario de Agricultura, Lorenzo Basso. Brasil, no obstante, en los últimos años ha aventajado a la Argentina en materia de reconocimiento de la propiedad intelectual. De hecho esperan lanzar en 2012 o 2013 la soja BT/RR. Aquí, el Ministerio de Agricultura está comenzando a ver con preocupación la demora que tiene el Congreso para avanzar en la aprobación de la ley de semillas.
En materia de fiebre aftosa, Rossi y Domínguez resolvieron que Brasil y la Argentina asistan a Bolivia para combatir la fiebre aftosa, un mal endémico de la nación del altiplano. Esta colaboración se concretó en la reunión del Consejo Agropecuario del Sur (CAS) que concluyó ayer en Santiago, Chile.
Otro capítulo de la alianza es un convenio firmado entre el INTA y el Embrapa. Según explicó el presidente del INTA, Carlos Casamiquela, habrá investigaciones conjuntas en cinco áreas de interés: agroenergía, lechería, sanidad animal y vegetal y OGM. Cada país financiará en partes iguales proyectos de investigación conjunta de tres a cinco años. Además habrá intercambio de información sobre agricultura familiar (al INTA le interesa la experiencia de los productores hortícolas de Río Grande do Sul), recursos genéticos, algodón (en Brasil hay 400.000 hectáreas sembradas con genética del INTA), arroz y cereales.
Por último, aunque no pretendió dar consejos, Rossi, como buen político, (es líder del PMDB, partido de tendencia desarrollista, aliado del Partido de los Trabajadores, de Lula ) en diálogo con la prensa argentina, explicó cómo hizo Lula para no enfrentarse con el campo. “Hubo aproximación y apoyo a los empresarios”, contó. De esa manera, el mandatario brasileño logró revertir los resquemores que despertaba su figura entre los empresarios rurales que, de todas maneras, tienen problemas. ¿Se habrá aprendido la lección en la Argentina?
Fuente: La Nación, Suplemento Campo, 23 de octubre.
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