Por Carlos Marín Moreno.
“La campaña 2012 de siembra de pasturas muestra un abanico de situaciones a partir de las lluvias caídas en cada zona”, admitió un técnico que atiende varios campos en la provincia de Buenos Aires.
“En Chascomús y Lezama, por ejemplo, los suelos están saturados de humedad, frente a lo cual los ganaderos se animan a hacer pedidos de semillas forrajeras a los comercios. En campos de Bahía Blanca y de Tres Arroyos, en cambio, las últimas lluvias sólo humedecieron los primeros centímetros del suelo porque venían de 40 días sin registros importantes. Allí no se ven preparativos de alistamiento de sembradoras o de pelleteado de semillas”, agrega.
Esta es otra secuela de la sequía estival, que determina mucha cautela entre los productores. Sucede que, en el otoño de 2012, la implantación de una pastura polifítica típica (alfalfa, cebadilla, pasto ovillo) requiere 250/270 dólares por hectárea según especies y densidades, cuando se computan los gastos de fertilización y control de malezas e insectos. Son montos importantes, en un momento en el que los productores están escasos de fondos por no poder vender el trigo y con perspectivas de bajos rindes de granos gruesos. En ese contexto, no hay lugar para lances. “Hay que sembrar buscando condiciones adecuadas de fertilidad y, sobre todo, de humedad disponible”, enfatiza el profesional.
Las pasturas para suelos bajos también exigen muchos recursos. Una mezcla de 28/30 kilos de agropiro y 3 de lotus, más las labores, exige 190/200 dólares por hectárea. Un verdeo de invierno con avena requiere 150 dólares por hectárea entre semilla (40); labranzas (90), y herbicidas, insecticidas y aplicación (25).
Las cuentas son mas amigables en kilos de carne. Si se considera el precio neto del kilo vivo de novillo, implantar la pastura mencionada requiere alrededor de 150 kilos, un valor inferior al promedio de los últimos diez años. Y esos kilos invertidos pueden multiplicarse a lo largo de la vida de la pastura.
Pese al clima desfavorable, será necesario implantar las praderas próximamente, aunque sea con algún retraso, por una razón muy sencilla: la mayor parte de los ganaderos no tiene pasto ni reservas para el invierno luego de la sequía estival. “Quedarse de brazos cruzados en esas condiciones no es una buena actitud empresaria. Desaprovechar los buenos precios ganaderos con baja producción de carne es el peor negocio para los productores golpeados por los problemas agrícolas”, recomendó un conocido analista de mercados.
Fuente: La Nación, Suplemento Campo, 25 de febrero.
Comments are closed.